Reflexiones para tí.

Sólo Jesús y Tu

Y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Juan 8:9-11.

Este es uno de los pasajes más sublimes de los evangelios, y más conocido incluso por la cultura popular. Aquí hay algo maravilloso:

Jesús, que hubiese tenido derecho a condenar a la mujer, no solo porque era sin pecado, sino también porque algún día será el Juez de toda la Tierra (lee Juan 5:22), pronuncia otra sentencia, pero esta vez llena de amor y compasión: “Ni yo te condeno”. Porque, como él mismo le había enseñado a Nicodemo, en aquella memorable conversación de noche: “No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Jesús no está interesado en condenar, sino en salvar; y, si bien es cierto, habrá un día final en el que todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10), es su deseo librarnos de toda condenación y, por su sangre, perdonarnos, limpiarnos y emanciparnos de esa enfermedad mortal que es el pecado.

Lo notable del pasaje es que dice que quedaron “solo Jesús, y la mujer que estaba en medio”, porque desaparecieron las voces acusadoras. Eso es todo lo que importa: los hombres siempre encontrarán faltas en tu vida, para juzgarte, criticarte, acusarte, porque eres pecador, como también lo son los que te acusan o critican. Nadie puede alzarse con la conciencia absolutamente limpia, pretendiendo que no tiene pecado ni defectos, ni de palabra, pensamiento o acción. Pero, el único digno de juzgarte es Jesús. Y cuando te encuentras tú solo con él, no encuentras a alguien que quiera juzgarte y condenarte, sino a tu Salvador amante, que dio su vida en la cruz, que resucitó y que ahora está intercediendo por ti, para que puedas ser perdonado y salvado. Olvídate de la mirada ajena acusatoria. La opinión de Jesús es todo lo que importa: “Ni yo te condeno; vete y no peques más”.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El Tesoro Escondido”
Por: Pablo Claverie






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